2015

A cuatro días de que finalice este año creo que toca hacer un balance de lo que ha sido para mí el 2015. Y bueno, no ha sido mi mejor año, la verdad. Es más, creo que ha sido de los peores años que he tenido, tanto en temas de amor, amistad, estudios, familia. Quizás lo único bueno que ha tenido ha sido en el ámbito musical, porque he tenido la oportunidad de ver en directo a Zahara y a Supersubmarina, dos de mis favoritos.

Si tuviera que definir en una sola palabra este año sería PÉRDIDA. He perdido en (casi) todos los sentidos. He perdido gente en la que yo confiaba, he perdido... personas por las que creía algo que no iba a ser posible que fuera, he perdido mis sobresalientes, he perdido a gente importante en mi familia. Y en salud tampoco ha sido mi mejor año. He perdido demasiado en muy poco tiempo, y ahora echo la vista atrás y siento nostalgia. Mucha nostalgia. Echar de menos ha pasado a formar parte de mi rutina, pero aún así aún tengo esperanza. Esa esperanza que odio. La que nos mata poco a poco. La ilusión.

Ilusión por el año que llega. Porque este 2015 empezó normal, conforme iba avanzando me iba matando poco a poco, y ahora al final me está devolviendo la ilusión. Sí, ha acabado jodidamente bien. No sé cómo, pero hay algo que me dice que el 2016 va a ser mejor (a peor tampoco es que pueda ir -espero). Conque solo continúe como está siendo este diciembre me conformo, solo con eso.

Aún queda tiempo para hacer propósitos. Esos propósitos que nadie cumple, pero que yo lo intento cada día. Voy subrayándolos conforme voy cumpliéndolos, y así me siento mejor conmigo misma.

Y bueno, debo decir que ya no me asusta tanto la esperanza. Y si tuviera que definir con una palabra el posible comienzo del 2016, espero que esa sea la primera que se me pase por la cabeza.